Twitter: Nico toranzo

viernes, 16 de noviembre de 2012

La orientación sexual ¿se corrige?


El domingo pasado vi “Cock”, en el Paseo de la Plaza. Me gustó mucho. El drama es simple: Juan (Leonardo Sbaraglia) está enamorado de dos personas a la vez; de él (Diego Velázques) -con que vive hace tiempo- y de ella (Eleonora Wexler)  -a quien conoció hace poco. En una escena intensa, el padre de “él” (el actorazo Jorge D’Elía) aludiendo de modo oblicuo al debate sobre si la orientación sexual es o no adquirida, sostiene que se nace de esa manera, que no hay posibilidades de cambiarla. ¿Es así?
En su artículo de 2003 –cuyo título en castellano es algo como  “¿Pueden los Gay o las Lesbianas Cambiar su Orientación Sexual? 200 Participantes reportan un cambio de orientación, de Homosexual a Heterosexual”– Robert Spitzer sostiene que sí. En su momento el artículo causó sorpresa en la comunidad gay, en parte porque Spitzer tiene credenciales científicas serias: estuvo al frente de la tercera edición de la“Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders”, la biblia de la clasificación de enfermedades mentales, y fue el responsable de que, en 1973, la Asociación Siquiátrica Norteamericana deje de considerar (como lo hacía hasta entonces) a la homosexualidad como una sicopatología. Sin embargo, a pesar de las críticas,Spitzer siguió defendiendo los resultados de su estudio: la así llamada “terapia reparadora” (reparative therapy) funciona y puede revertir la homosexualidad.
Hasta que, hace pocos meses, Gabriel Arana, editor de  The American Prospect, y que había sufrido varios años de terapia reparadora en su adolescencia, se contactó con Spitzer y le contó su historia (luego publicada en un ensayo de su revista). El tratamiento había llevado  Arana a la depresión y casi al suicidio, antes de reconciliarse con su homosexualidad. Y luego, en el número de mayo de 2012, Spitzer publicó una retracción de su estudio en la revista Archives of Sexual Behaviour. Su “error fatal”: no había manera de juzgar la credibilidad de lo reportado por los sujetos del estudio. Y, al final, pide disculpas a la comunidad gay.
El problema esté en el hecho mismo de usar terapias, --como si la homosexualidad fuera un desorden–, y en usar el término “reparadora” –como si en la homosexualidad hubiera algo intrínsecamente corregible– o “terapia de conversión” –como si la heterosexualidad fuera lo religiosamente correcto. La preferencia sexual pertenece a la jurisdicción del placer y de la pasión; la evolución nos ha dado esos recursos, que trascienden el propósito meramente reproductivo, así como nos ha dado la lógica, que trasciende la mera habilidad de buscar alimentos en la pradera y de huir de la amenaza del rinoceronte. Esas preferencias, como el gusto por el malbec o Lady Gaga, son una combinación de la expresividad genética y de información externa, en partes que desconocemos. No hay motivo para atentar contra las permutaciones del amor.
Más aún, como dice Woody Allen, ser bisexual te duplica las chances de conseguir una cita el sábado a la noche. Pero, como queda claro después de ver Cock, también te duplica las complicaciones.

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